martes, 17 de enero de 2012

Siempre hay una historia

Decían de mí que estaba loco, pero sólo mientras estuve en Bedlam. ¡Loco! - me gritaban entre aquellos muros, mientras yo soñaba con oir mi nombre en el viento, brotando ronco de un viejo roble o regurgitado en el trino de algún ave canora. ¡León, nadie nos llama!
Del mar cuatro lustros añoré el sonido, e inventando su furia desmembraba los gritos y devoraba su pulpa. ¡Qué ingenuidad la mía! ¡Qué voracidad tan absurda!
Pero ya al fin navego. Escapé de aquellas sombras. Quemé mis pies descalzos sobre leguas de tierra, ansioso por encontrar algún caudal de agua. Un torrente, un arroyo, un angosto riachuelo. Siguiendo su curso llegué finalmente al mar y allí nací.
No he vuelto a pisar tierra. Hice de mi barca un alambique en el que destilar hambre y sed, y sólo toco puerto cuando necesito libros nuevos. Suben a bordo entonces amigos y curiosos, y entre abrazos y sonrisas me piden alguna historia. Noticias de otras gentes, avistamientos fortuitos, esquivas luces nocturnas, alboradas en bajíos, ...
Transcribiré en este cuaderno algunos de esos relatos. Crónicas, leyendas, memorias y patrañas. Mas no mi canción Arnaldos, tendrás que decidir si embarcas.